Después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, los sentimientos de ‘shock, ira [y] miedo’ (Flint, 2002: 77) se generalizaron junto con el reconocimiento del impacto global y local de los eventos (Smith, 2001). Desde entonces, tal y como Fred Halliday (2002: 31) observó,
“La crisis desatada por los acontecimientos del 11 de septiembre es global e involucra a todos. Es global en el sentido de que une diferentes países en conflicto, más obviamente los EE.UU. y partes del mundo musulmán. Como en ninguna otra ocasión en, esta crisis internacional afectó a una multiplicidad de niveles de la vida, política, económica, cultural y psicológica.” (Halliday, 2002: 31)
Más recientemente también, los atentados en la ciudad de París hace algunos días; y el recuerdo de Bali el 12 de octubre de 2002, el tren de Madrid en los atentados del 11 de marzo de 2004 y los atentados en el metro de Londres en julio 7º 2005 han contribuido a estos discursos de peligro, el miedo y el riesgo (Bauman, 2006; Beck, 1992, 1999). Además, estos eventos también comparten una asociación con terroristas y atentados suicidas que están casi siempre identificados como de fuente islámica.
En los últimos años, los signos y significantes de identidades musulmanas tienen cada vez más el estigma de significar “el otro”; lo que causa que muchos musulmanes se conviertan en “las víctimas de discriminación, acoso racial; perfiles religiosos; asaltos verbales y físicos “(Peek, 2003: 271). La cultura de estos individuos es demonizada y su corporeidad y expresiones físico-vestimenta-corporales de identidad estigmatizadas a pesar de que el Islam no es en absoluto una categoría homogénea. Tal y como Halliday, (1999: 897) señala, el “Islam” nos dice sólo una parte de cómo estas personas viven y ven el mundo; y “El Islam puede variar mucho ”. Tariq Modood (2003: 100), por ejemplo, ha buscado aclarar la diversidad y heterogeneidad de la categoría de “musulmán”. Según explica Modood,
”Los musulmanes no son un grupo homogéneo. Algunos musulmanes son devotos pero apolíticos; algunos son políticos pero no ven su política como “islámica” (de hecho, incluso puede ser anti-islámica).”
Algunos se identifican más con una nacionalidad de origen, como la turca; otros con la nacionalidad de los asentamientos y tal vez la ciudadanía, como el francés. Algunos priorizan la recaudación de fondos para las mezquitas, otros las campañas contra la discriminación, el desempleo o el Sionismo. Para algunos, el ayatolá Jomeini es un héroe y Osama bin Laden una inspiración; para otros, lo mismo puede decirse de Kemal Ataturk o Margaret Thatcher, quien creó una franja de millonarios asiáticos en Gran Bretaña, reunió en la capital árabe y fue uno de los primeros en llamar a la acción de la OTAN para proteger a los musulmanes en Kosovo.
La categoría de “musulmán” es, entonces, igual de diversa internamente como lo es el “cristiano” o “belga” o “clase media”, o cualquier otra categoría útil para ordenar nuestra comprensión del mundo… (Modood, 2003: 100)
Frente a los eventos terroristas ocurridos esta semana en Francia es necesario y urgente que REFLEXIONEMOS sobre las las diversidades de las identidades musulmanas, su especificidad geográfica y la variación, y las formas en los que se resistieron, impugnados y manipulados en los estigmas de identidades culturales “musulmanas” a través del tiempo y el espacio.
Es urgente que “… si queremos entender la forma en que las identidades sociales y culturales se forman, reproducen y delimitan por unos y otros entendamos la compleja historia global que las constituyó”(Smith, 1999: 139). Unido con la importancia del lugar y la importancia de la localidad son otros diferenciadores de la diferencia social que es importante recalcar en este momento: “aparte de las disputas por los significados, la política de los espacios religiosos también está atada con el género, la raza y la clase política, y la política entre las naciones ‘(Kong, 2001: 217).
Pero esto no es todo. Junto (y a pesar de) la influencia del lugar y de la localidad en las identidades musulmanas, hay también otras y múltiples identidades que influyen en las personas, las trayectorias del curso de vida y las experiencias del día a día. Así, entender los eventos terroristas en París de manera aislada es un error que ningún académico debería cometer. Mucho menos, intentar aislar estos eventos de la interacción, producción y reproducción de las identidades y geografías musulmanes y sus increíbles similitudes y contestaciones con las identidades cristianas, occidentales, locales, nacionales, ateas, entre otros que existen y coexisten en este mundo globalizado.
Lo ocurrido en París no es culpa de ninguna cultura y mucho menos de un “choque cultural” (una contradicción de términos). Lo ocurrido en París es un terrible atentado terrorista producto de la falta de entendimiento cultural, histórico y político de un grupo de personas que decidió tomar en sus manos la venganza por causas irracionales, místicas y filosóficas que no comprendieron a cabalidad. El uso de la fuerza por los jóvenes terroristas es un ejemplo más de los peligrosos alcances que tiene la búsqueda irracional de la individualidad y superiodad de “mi” cultura y creencias en contraposición con la “otra” cultura y creencias que el sujeto no comparte. Este acto terrorista es un terrible recordatorio más del poder que nuestra mente tiene para crear una conciencia colectiva racional, consistente con la vida y con la solidaridad inter/intra-cultural que urge en nuestro siglo XXI. Como académicos tenemos la obligación moral de fomentar estas ideas. ¿Seremos capaces de hacerlo?
Referencias:
· Bauman, Z. (2006) Liquid Fear, Polity, Cambridge.
· Beck, U. (1992) Risk Society: Towards a New Modernity, Sage, Londres.
· Flint, C. (2002) Initial thoughts towards political geographies in the wake of September 11th 2001: an introduction, Arab World Geographer, 4 (2), 77-80.
· Halliday, F. (1999) ‘Islamophobia’ reconsidered, Ethnic and Racial Studies, 22 (5), 892-902.
· Halliday, F. (2002) Two Hours that Shook the World: September 11, 2001: Causes and Consequences, Londres: Saqi Books.
· Kong, L. (2001) Mapping ‘new’ geographies of religion: politics and poetics in modernity, Progress in Human Geography, 25 (2), 211-233.
· Modood, T. (2003) Muslims and the politics of difference, Political Quarterly, 71 (1), 100-115.
· Peek, LA. (2003) Reactions and Response: Muslim Students’ Experiences on New York City Campuses Post 9/11, Journal of Muslim Minority Affairs 23 (3), 271-283.
· Smith, SJ. (1999) The cultural politics of difference, en D. Massey, J. Allen y P. Sarre, (editores) Human Geography Today, Cambridge: Polity Press, 129-150.